Detrás del telón
Hablar de genialidad, en el arte y la cultura, es una complejidad. La genialidad es propia de nuestras estructuras culturales, al igual que en la ciencia. Definitivamente hay seres prodigios que siguen siendo una pregunta filosófica y de investigación, que nos fascinan, aterran y cautivan nuestra atención. Pero, ¿qué hace genio a un genio? Definitivamente ciertas habilidades y capacidades intelectuales, científicas, artísticas, musicales, que hacen que sobresalga entre los demás. Sin embargo, también los que tumban aviones o planean una gran estafa, podrían definirse como genios. Van más allá del común de las personas, son estrategas, habilidosos y brillantes. Pero ese es otro debate…
Volviendo a nuestro tema, la sociedad decidió definir al niño prodigio como alguien que aporta, desde una perspectiva positiva, casi extraordinaria, algo al mundo. Es, indudablemente, el caso de Mozart. Desde muy pequeño demuestra sus habilidades, ayudado y adoctrinado por su padre, componiendo, tocando frente al público, hasta lograr ser lo que hoy sabemos que fue. De hecho, se cuenta que cuando su padre, también músico, enseñaba a Nannerl, la hija mayor, Wolfgang a los tres años podía repetir al teclado todo lo que su hermana sabía. Y además tenía la posibilidad de jugar con la música con una propiedad sorprendente. Eso, por supuesto, no pasó por alto por el progenitor, quien hizo todo lo que debió para dar a conocer los talentos de su hijo, como lo reconoce en una carta del 3 de junio de 1768: “Debo mostrar al mundo este milagro nacido en Salzburgo”.
Así, el debut oficial de Mozart fue a los 6 años en Viena donde tocó con su hermana para la Emperatriz María Teresa, madre de María Antonieta, que era solo un par de meses mayor que Mozart. La noticia del prodigio se extendió por toda Europa y con solo siete años empezó una gira de tres años por Europa. Los carteles lo anunciaban como una atracción de circo –y allí quedará de gran manera circunscrita la genialidad, hasta nuestros días-. Se destacaba su capacidad para improvisar y se anunciaba que podía tocar con los ojos vendados o con el teclado cubierto por un paño. Entre viajes, encuentros con nobles y enfermedades, compuso la ópera La finta semplice y Bastian y Bastiana por comisión del Doctor Mesmer, padre de la hipnosis. … disciplina ésta que, de paso, se suscribe a la “sugestión”, de donde además nace el psicoanálisis. Sin irnos tan lejos, ¿qué más que la música como situación que conduce, lleva, transporta, sugestiona, cambia estados de ánimo, pone a pensar…?
Al ser la genialidad un tema que nos conmociona, se ha intentado investigar el cerebro de los genios, vivos y muertos. Y sigue siendo un misterio. ¿Será solo cuestión de cerebro? ¿O va más allá? Basta recordar que tampoco tiene que ver, necesariamente, con la erudición total, pues ni siquiera el propio Mozart escribía con la mejor de las ortografías como lo evidencian sus cartas. Un punto que vale la pena insinuar porque el conocimiento y la sabiduría pueden pasar también por otros tipos de categorías a las construidas por la escuela tradicional… Mozart nos pone un rasero muy alto para pensar es esto, un artista que cultivó su talento, fue disciplinado al punto de la obsesión, y creció en un ambiente lejos de “lo normal”.
La psicología ha definido que la inteligencia tiene muchos aspectos que la componen: educación, aprendizaje, estímulos, oportunidades, nutrición, apoyo emocional, buena crianza, desarrollo, capacidad de mirar los errores para no repetirlos, riesgo. Pero, en todo caso, hoy en día sigue siendo una pregunta abierta. No parece haber una fórmula que pueda repetirse al pie de la letra para “producir genios”. Quizá por eso, seguiremos buscando una respuesta y persiguiendo a aquellos que se salen del molde.
Debió ser muy difícil, como hoy lo sigue siendo, no solo llamar prodigio a un niño, sino imponerle esa carga de responsabilidad. ¿Cómo no pensar en Michael Jackson o en la propia Miley Cyrus cuando hablamos de esto? Por eso, tantos padres dudan si catalogar o no a su hijo desde ahí, aunque otros, por el contrario, sienten dicha e incluso oportunidad cuando ronda el aura de genios en sus hijos. Sigue siendo un dilema ético. El mundo debe estar lleno de genios, ocultos y descubiertos, pero realmente una buena conducción de la genialidad seguirá siendo una luz en el camino de la vida de algunos. Es por eso que la genialidad de Mozart, no solo se traduce en sus grandes composiciones o en su prolífica producción, sino, sobre todo en el amor, humanidad y alegría que transmiten sus obras, al oírlas.
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¿Para qué Mozart?
El Festival Internacional de Música de Bogotá, a cargo del Teatro Mayor Julio Mario Santo Domingo y la Alcaldía de Bogotá, presenta Bogotá es Mozart. Serán 63 conciertos en 15 diferentes escenario de la capital, artistas de primera línea invocando a Mozart.
¿Para qué Mozart?
Mozart es un buen motivo para hablar de lo que nos pasa hoy. Para cuestionarnos sobre la genialidad, ese debate interno que tenemos los seres humanos alrededor de la creación y la inteligencia. Padres que quieren a sus hijos genios y otros que rechazan esa posibilidad por concebirla peligrosa y sinónimo de infelicidad. Los genios son aquellos seres que poseen una capacidad y un talento extraordinarios, que sobresalen del común. En el siglo XVIII Mozart compuso música de una originalidad sorprendente que toca directamente el corazón de los oyentes de todos los rincones del planeta desde entonces. Veamos qué es lo que hace de Mozart un compositor tan, pero tan especial.
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El clasicismo del ‘rock star’
Mozart vivió en una época muy particular. Entre dos gigantes. Y fue gigante en sí mismo. Para situarlo, su obra se enmarca entre la muerte de Bach (1750) y la Sinfonía Eroica de Beethoven (1804) en un tiempo que la historia de la música ha definido como el clasicismo. Se dice que lo que en ese tiempo se produjo fue “sereno y equilibrado”, pero justo allí es que debemos preguntarnos ¿frente a qué? Pues bien, frente al Barroco y sus formas recargadas y complejas -¿qué le trae a la mente un concierto de clavecín? Fue tal el peso de ese padre llamado Johann Sebastián Bach que fundó tan potente universo musical, que hubo que romper con él. Sin embargo, romper no significa aplacarse, y si miramos en detalle, el clasicismo fue todo menos tranquilo. Fue el momento de la Ilustración, se cuestionó radicalmente el poder de la realeza y de la Iglesia y surgieron nuevas filosofías-religiones como la francmasonería. Kant habló de estética, de lo bello, lo feo, el gusto, lo sublime y el genio. Y justo dos años antes de la muerte de Mozart, en 1789, cuando se estrenó Cosi fan tutte, tuvo lugar la toma de la Bastilla, chispa que encendería la Revolución Francesa. Vemos, entonces, que fue una época convulsa y también llena de experimentación en el terreno musical. Fue en este periodo que se consolidaron formas como la sonata, el concierto, la sinfonía y el cuarteto, todos géneros usados por Mozart y en los cuales jugó un papel protagónico como uno de sus creadores. Sin estos géneros la evolución de la música hubiera sido otra.
Mozart vivió en una época muy particular. Entre dos gigantes. Y fue gigante en sí mismo. Para situarlo, su obra se enmarca entre la muerte de Bach (1750) y la Sinfonía Eroica de Beethoven (1804) en un tiempo que la historia de la música ha definido como el clasicismo. Se dice que lo que en ese tiempo se produjo fue “sereno y equilibrado”, pero justo allí es que debemos preguntarnos ¿frente a qué? Pues bien, frente al Barroco y sus formas recargadas y complejas -¿qué le trae a la mente un concierto de clavecín? Fue tal el peso de ese padre llamado Johann Sebastián Bach que fundó tan potente universo musical, que hubo que romper con él. Sin embargo, romper no significa aplacarse, y si miramos en detalle, el clasicismo fue todo menos tranquilo. Fue el momento de la Ilustración, se cuestionó radicalmente el poder de la realeza y de la Iglesia y surgieron nuevas filosofías-religiones como la francmasonería. Kant habló de estética, de lo bello, lo feo, el gusto, lo sublime y el genio. Y justo dos años antes de la muerte de Mozart, en 1789, cuando se estrenó Cosi fan tutte, tuvo lugar la toma de la Bastilla, chispa que encendería la Revolución Francesa. Vemos, entonces, que fue una época convulsa y también llena de experimentación en el terreno musical. Fue en este periodo que se consolidaron formas como la sonata, el concierto, la sinfonía y el cuarteto, todos géneros usados por Mozart y en los cuales jugó un papel protagónico como uno de sus creadores. Sin estos géneros la evolución de la música hubiera sido otra.
Lo fascinante de este artista y de su música en particular es que aún hoy, convoca como lo hizo mientras vivió. Y allí retomamos eso que describe al clasicismo, ¿Qué será de lo “sereno y equilibrado” que nos permite oír una y otra vez una melodía de Mozart? ¿Que hace que sus composiciones sean, en la historia del cine, las más recurridas para acompañar las imágenes? ¿O que un comercial de galletas, de un enjuague bucal o de un computador use como su motto el tradicional pa, pa pa, papa pa papapá mozartiano que no es otra cosa que la Pequeña Serenata Nocturna? ¿O la Marcha Turca en un comercial de carros? De hecho, los genios (otra clase de genialidad…) del mercadeo inundaron nuestras casas con toda clase de momentos con Mozart for morning coffee, Mozart at midnight o Mozart for your mind, entre otros miles de productos… Para desgracia de algunos, la música de Mozart ha sido degradada a la categoría de la publicidad, de música de consultorio… pero, si lo pensamos bien, ¿no son estos usos populares, que se han apropiado de su música, los que hacen de Mozart el fenómeno que sigue siendo hoy, o los que lo conservan tan vivo y saludable como siempre lo fue? Mozart es hoy, un rock star.
¿Es Mozart La Mona Lisa de la música clásica? ¿Los Beatles de nuestro tiempo? ¿En su capacidad de permanencia y fascinación colectiva? ¿En su culto a la imagen y como producto de su tiempo?
Una respuesta nos la daba el crítico musical Juan Ángel Vela del Campo, al escribir en el diario El País, en el 2006: “Los que escuchan hoy sus composiciones pueden prescindir por completo de su periplo existencial. Una cosa es la biografía y otra bien distinta la herencia artística, pero es curioso que en general Mozart despierte una sensación de simpatía y que no solamente se le admire, sino también se le quiera. Su música emana cercanía. Y a veces predispone a la confidencialidad. Su antorcha, emulando a Elías Canetti, está desplegada al oído. Y ello se percibe de inmediato desde la sensibilidad actual. La música de Mozart proporciona compañía. Tiene la virtud de consolar, de generar, sin pretenderlo, misteriosas complicidades y un sano bienestar. Y es familiar, al margen de que se conozca o no previamente lo que se está escuchando. Tiene memoria y presente”.
O incluso podemos irnos más atrás para tratar de responder a esa pregunta de qué es lo que hace Mozart que nos conmueve tanto, oyendo las razones de un enorme latinoamericano, el cubano Alejo Carpentier, quien en 1955 –a propósito de los 200 años del nacimiento de Mozart- publicó en El Nacional, de Caracas:
“Transcurren los años y el milagro Mozart sigue presente. Su obra nunca ha sido discutida ni negada, exaltada o desvalorizada -de acuerdo con el aire de los tiempos- como ha ocurrido con la creación de otros compositores aplaudidos en vida, olvidados a poco de morir, exhumados 50 años más tarde, al ritmo de las inquietudes de distintas generaciones. Y es que nadie como Mozart ha ilustrado la teoría del “duende” de García Lorca. Por encima de su poder creador, por encima de su tremenda maestría técnica, habría en él esa gracia, ese “duende” (…) ese don de transformar en oro cuanto tocaba, que sólo se encuentra muy de tarde en tarde en la historia de un arte. El hombre capaz de dictar nuevas normas al teatro lírico con un Don Juan que abre la trayectoria de la ópera moderna; el artista que ya había adivinado el romanticismo en algunas de sus Fantasías para el piano; el genio que más seguramente anunció el advenimiento de Beethoven, llega a nosotros en unas páginas están limpitas tan “blancas” -por la poca cantidad de tinta gastada- que dan ganas de clamar al milagro.
¿De qué está hecha la música de Mozart? De nada. Había roto con las disciplinas contrapuntísticas de sus predecesores, transformando el acompañamiento de la melodía en un mero balanceo armónico, tan sencillo en su escritura que parecía pensado para manos de niño.
Donde otros hubieran puesto tremendas doblefugas, Mozart colocaba rondos juguetones, deliciosos minuets inefables cantábiles tan simples y tan claros que quedaron al alcance de los estudiantes de tercer año de piano. Y sin embargo, en todo ello hay como un soplo divino, una energía propia, una dinámica invisible, una fuerza oculta un “no sé qué” que sólo halla una definición en ese otro “no sé qué” que era el duende del poeta de Yerma.
(…)
Pero como todos los genios auténticos, Mozart era revolucionario sin alardear de serlo; por propensión natural por inventiva. El pasado y el futuro vivían en él sin saber de fechas. Nacido hace 200 años sigue presente entre nosotros, tan juvenil, tan fresco, tan adorable como el delicioso Querubín de Las bodas de Fígaro, todo estremecido de amor -siempre maravillado ante el espectáculo del mundo y del viento que le narra su historia”.
Sabemos que una época nos delimita y nos identifica. Hoy en día nos llamamos contemporáneos, los más de avanzada posmodernistas y los más osados transmodernistas. Parece además una manera de rozar o cruzar los límites de las fronteras de las formas, y tiene mucho que ver con definirnos desde ese lugar de ser como los demás o de ser como los pocos, los extraños, los transgresores, los vanguardistas. Así que Mozart ¿en realidad qué era? ¿Un clásico? Claro que sí, un clásico que todo lo reformuló y le dio cabida a un nuevo universo que hoy seguimos al pie de la letra.
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El poder de la música
La música provoca un efecto muy particular en las personas. Desde que nació, no se sabe bien cuándo, su efecto ha sido innegable, aunque difícil de entender. Ya Platón explica en Las Leyes, que los dioses dieron a los mortales el sentido de la melodía y el ritmo para alivio de sus males, y a partir de esto descubre las posibilidades cívicas de la música. Asimismo, Aristóteles aseguraba que la música ejerce una doble influencia física y moral en quien la escucha. Según el ritmo y la disposición de los tonos en una escala se pueden despertar sentimientos de alegría, de tristeza, de tragedia, de patriotismo, sentimientos que todos hemos experimentado. Mozart también, pero él tenía el don de traducir esas emociones en obras de enorme belleza y complejidad, que nos conectan, desde nuestros propios sentimientos, con los hombres del siglo XVIII o de la antigüedad clásica.
Por algo será que hoy día tantos especialistas usan la músicoterapia como una herramienta más en la sala de consulta.
Y es que hay algo de inexplicable en la manera como los sentimientos se despiertan cuando oímos música, en la forma como los estados de ánimo se exaltan, angustian, enamoran o ensombrecen al oír alguna melodía. Claramente, tan potente efecto no iba a pasar por alto de las esferas de la ciencia, por eso hay quienes le han dedicado horas y horas estudiando qué es lo que hace la música en nuestros cuerpos. De hecho, se ha llegado a determinar que las regiones del cerebro implicadas en el reconocimiento de la melodía y el ritmo están fuertemente conectadas con el sistema límbico, que rige las emociones. Los científicos creen que la música ha estado implicada en la evolución de las relaciones afectivas y que lo que nos gusta de las melodías tristes es que, en realidad, nos hacen sentir bien… A la vez que el cerebro percibe una melodía, el mismo sistema neuronal conecta con los núcleos de la emoción y permite a quien escucha reconocer una obra, rescatar antiguos recuerdos y sentir. “La música es capaz de evocar emociones de forma muy poderosa”, afirma la neurocientífica Mara Dierssen. Así, el placer que proporciona es ‘físico’, está mediado por la dopamina y éste ha sido estudiado por el neurocientífico de la Universidad McGill de Canadá, Robert Zatorre. “Gracias a la técnicas de neuroimagen hemos podido localizar las zonas concretas del cerebro donde sucede la liberación de este neurotransmisor, las zonas donde nace el placer”, explicaba al portal científico SINC este experto.
Todo, vemos, pasa por la emoción.
Basta ver de qué manera se expresaba el propio Mozart en sus muchas cartas –se dice que más de 400- y muchos estados de ánimo. Cuando su padre, Leopold, lo interroga acerca de si va diariamente a misa y si se confiesa, Mozart unas veces le pide: “¡No se preocupe por la Salud de mi alma!” (Carta del 13 de Junio de 1781).
En otras, se molesta: “Una cosa me ha molestado un poco, la pregunta de si no habré olvidado confesarme, sin embargo no tengo nada que decir. Pero permítame un solo ruego: ¡y es que no piense tan mal de mí! Me gusta divertirme, pero esté seguro de que a pesar de todo puedo tener seriedad… le ruego una vez más y muy humildemente, que tenga mejor opinión de mí” (Mozart acá tiene ya 21 años) (Carta del 20 de Diciembre de 1777).
Y se desborda en amores. Sobre el amor de amantes se pregunta “¿quién es el objeto de mi amor? Es Constanze Weber (…) podría llenar pliegos enteros describiendo nuestros encuentros (…) no es fea, pero tampoco hermosa, toda su hermosura consiste en dos ojitos negros, y en una hermosa figura”. Pero también utiliza lo que Liberman llamó “caricias estratégicas” al decirle a su padre: “No tiene ingenio, pero sí un sano sentido común, suficiente para cumplir sus deberes de mujer y madre, la mayor parte de las cosas que necesita una mujer se las puede hacer por sí misma, y se peina también sola todos los días. Entiende de la administración de una casa, tiene el mejor corazón del mundo, la quiero y me quiere de todo corazón, dígame si podría desear una mujer mejor… ¡Tenga piedad de su hijo!”.
Pero también tenía charlas sesudas sobre lo que debería ser y provocar la música:
Sobre ópera y lírica
Carta a su padre
Viena, 13 de octubre de 1781
Mon très cher père!
(...) En una ópera, es absolutamente necesario que la poesía sea hija obediente de la música... ¿Por qué, pues, las óperas bufas italianas gustan tanto en todas partes... con todo lo que contienen de miserable sus libretos? E incluso en París… yo mismo he sido testigo de ello. La razón es que la música reina en ellas sin discusión... y entonces se olvida todo el resto.
Sí, una ópera debe gustar en la medida en que el plan de la obra haya sido mejor construido; que las palabras hayan sido escritas por la música, y que uno no se encuentre aquí y allá palabras introducidas para satisfacer a una funesta rima (cualesquiera que sean, ¡por Dios!, las rimas no añaden nada al mérito de una representación teatral, sino que más bien la estropean)..., o incluso estrofas enteras que destrozan toda la idea del compositor. Los versos están bien, para la música son algo indispensable..., pero las rimas... las rimas son lo más perjudicial... Quienes acometen su obra con tanta pedantería, se hundirán siempre a sí mismos y a su música. Lo mejor es cuando un buen compositor, que comprende lo que es el teatro y que es capaz de sugerir ideas él mismo, se encuentra con un poeta juicioso, con un verdadero fénix... ¡Entonces es cuando no hay que inquietarse de la opinión de los ignorantes! Los poetas me hacen un poco el efecto de las trompetas, con su oficio rimbombante... Si nosotros, los compositores, quisiéramos seguir con tanta fidelidad nuestras reglas (que en otros tiempos eran tan buenas, cuando no sabíamos nada de ellas), haríamos una música tan mediocre como mediocres son sus libretos. Por ahora ya le he entretenido suficientemente, me parece a mí, con mis naderías; tengo que informarme de lo que me es más querido, o sea de su salud, excelente padre mío. (...) Espero que mi hermana se vaya encontrando cada día mejor... La abrazo de todo corazón, y a usted, mi querido y excelente padre, le beso mil veces las manos, suyo para siempre, vuestro muy obediente hijo.
W. A. M.
Y si de emociones estamos hablando, es llamativa la manera como se le ha otorgado a la música de Mozart un carácter amoroso, casi sanador, de acompañamiento, de seguridad. Es lo que en desde comienzos de la década de 1990 se conoció como “el efecto Mozart” y consistió por años en poner a oír a los bebés y a los niños la música de Mozart. Esto ya es un mito, pero durante años se le depositaron una serie de atributos a su música gracias a que el médico e investigador Alfred A. Tomatis en 1991 publicó su texto Pourquoi Mozart, mencionando los efectos “terapéuticos” y el uso de la música en terapias. Hoy en día tales datos no son concluyentes, científicamente hablando, pero no podemos dudar de lo que la música hace. Más allá de estas razones “científicas”, claramente la música de Mozart le habla al corazón. Y es quizá por ello que el público se rinde ante él. Porque su subjetividad se le impone, porque la memoria personal y emocional la detona un acorde, porque la puesta en escena altera y la persona llega de una forma y sale de otra. Y seguirá buscando estas transformaciones internas, así que seguirá yendo a espectáculos, una de las mejores formas de combatir la insaciabilidad del hoy.
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Mozart según el director Louis Langrée
"También en el Credo, Mozart no escribió la parte de los timbales ni de las trompetas, pero en todas sus misas sí estan y en el comienzo (del Credo) suena como trompetas y timbales, así que los puse en la partitura y espero haber hecho lo mejor que pude con esta obra de Mozart. Por supuesto no se trata de componer sino de completar. Yo completé esta misa. Como intérprete tienes que tomar otras versiones y siempre estuve insatisfecho, y después de dirigirla muchas veces decidí hacer mi propia versión."
El director de orquesta francés Louis Langrée es una de las reconocidas personalidades que estarán en el Festival "Bogotá es Mozart". Ha trabajado con las orquestas más prestigiosas en Europa y Estados Unidos y ha dedicado gran parte de su labor a la ópera. Actualmente es el director principal de la Orquesta Sinfónica de Cincinnati, director artístico del festival Mostly Mozart que se realiza desde hace más de 45 años durante el verano en la ciudad de Nueva York, y es el director principal de la Camerata Salzburg con la que viene a Bogotá.
Louis Langrée dirigirá a la Camerata Salzburg en Bogotá en obras como el Concierto para piano n. 23 en La Mayor K488 con Till Fellner en la parte solista (Concierto n. 11). La Gran Misa en Do Menor K427 con Deborah York, soprano; Michaela Selinger, mezzosoprano; Paul Schweinester, tenor; Andreas Scheibner, barítono y la Sociedad Coral Santa Cecilia (Concierto n. 40). El Concierto para violín n. 5 en La Mayor K219, con Julian Rachlin en la parte solista (Concierto n. 51)
Stefan Vladar: el ilustre director y solista en Bogotá es Mozart
Stefan Vladar ofrecerá, en tan solo tres días, cinco diferentes conciertos que nos permitirán apreciar su arte como solista, como director (como solista y director al tiempo) y como músico de cámara.
El vienés de 49 años es un versátil pianista y director de orquesta. Ha sido el pianista más joven en obtener el primer puesto en el Concurso Internacional Beethoven en Viena y desde entonces se ha presentado con las mejores orquestas y renombrados directores como Claudio Abbado, Daniel Harding, Louis Langrée (invitado el Festival), Yehudi Menuhin, Seiji Osawa, Simon Rattle, o con solistas como Janine Jansen, Julian Rachlin (invitado al Festival) y el Ensamle WienBerlin.
También dedica parte de su tiempo a la docencia y ha sido director de prestigiosos festivales musicales en Austria. Hablamos con él sobre su carrera y, por supuesto, sobre Mozart.
Una semana después del Festival, Stefan Vladar y la Orquesta de Cámara de Viena ofrecerán una gran gala de ópera en Viena con la soprano Pretty Yende y el tenor Johan Botha en memoria de Nelson Mandela y a beneficio de su fundación; otros conciertos en Viena, Serbia, y después se alejará del podio para concentrarse en la grabación de un compacto dedicado a la música para piano de Ravel.
¡Disfruta de Stefan Vladar en vivo a través de Teatro Digital!